19 de febrero de 2009

CONCHI

De pequeñas lo pasábamos bien. Nos escribíamos cartas durante la semana, pues el teléfono no formaba parte de nuestras vidas. En ellas nos contábamos cosas,planeábamos lo que haríamos el fin de semana, bueno todo eso que tanto nos preocupaba.
Pero, curiosamente el viernes llegaba antes que ellas. En nuestros reencuentros semanales volvíamos a repetir todo lo dicho en aquellos trozos de papel, que hoy en día, a mí por lo menos, me acompañan como recuerdos tangibles de que fuimos felices.
Tú siempre preferías ir a dormir a mi casa, yo curiosamente a la tuya. Tus razones me las imagino, las mías eran muy claras, en tu casa siempre había alguien que escuchaba a aquellas mocosas y sus tonterías, que bailaba con nosotras aquellas interminables cintas de música, que nos prestaba su ropa, que nos llevaba a los conciertos ye-yes de la época, a los rallys de coches que se celebraban en los alrededores de nuestra ciudad.
Yo era la persona mas feliz del mundo en aquel mini mil que conducía su novio, aquel novio de enormes ojos azules que hacia temblar a cualquiera de sus amigas.
Ella nos llevaba por su mayoría de edad y nosotras la adorábamos por eso.
Pero sobre todo, yo la adoraba porque ella sin darse cuenta, influyó en mis gustos, de alguna manera y a muchos niveles en mi educación. La adoraba, porque era una persona tierna, porque tenía una sonrisa encantadora, porque era dulce, porque era sensible.
Ayer cuando nos fundimos en aquel abrazo, tu llorabas a la hermana que perdías, yo a la que siempre quise tener.
Nunca se lo dije, pero hoy lo quiero hacer.
CONCHI, TE QUIERO